Hilvanaba la madeja,
distraída;
las imágenes de aquel día
recordaba.
Arrodillada,
firme en tierra
por recuperar tu confianza,
en integridad me hallaba.
Sin componer, sin preparar,
silbando quedo
y abrazando
con una mirada que rebosara deseo.
Invoco a mi memoria
la más lejana, la que enseña,
esa que sólida permanece
en el hacer de tiempos después.
Vuelvo a veces,
recreo el sabor y el miedo,
la compostura que desvanecía a ratos,
y, sobre todas las cosas,
la intención,
la más firme de todas las virtudes.