Bajo la alta luna transparente de aquellos atardeceres detrás de las colinas azuladas que diseñan el horizonte de la pequeña ciudad de Minas, aquí en Uruguay, aprendí que si uno sueña con los ojos abiertos puede salvarse de la soledad. Y supe que los crepúsculos, como las ilusiones del alma, no son adornos del espíritu, son el espíritu.
Mi amigo, el celebrado novelista español Raúl Guerra Garrido, quien entre otros galardones ha merecido el Premio Nacional de Letras Españolas, en 2006, y quien recientemente ha publicado una nueva y sorprendente novela, “Demolición” (Alianza Editorial), monólogo interior de un escultor de escaleras que prácticamente con el que prácticamente crea un nuevo género, tras una visita que hicimos juntos a Minas hace muchos años, me dijo estas palabras: “lo que uno será es lo que fue a los diecisiete años”. ¿Estará en lo cierto? ¿Somos niños repletos de sueños y de palabras en el torbellino del mundo?
