Me gustaría escribir como Bécquer,
o Machado, o Cernuda…
Me gustaría tener esa música
de Pepe Hierro o Rosalía,
o la claridad de Claudio Rodríguez
todos los días.
Me gustaría
no poner palabras al campo
y ser capaz en el poema
de esos deliciosos silencios
que nos ofrecen Colinas o Siles.
Pues claro que me gustaría
tener ese trato tan íntimo
con la poesía,
como el que tuvieron -o tienen con ella-
Aleixandre o Guillén Acosta,
Juan Ramón o Sánchez Rosillo.
Cada vez admiro más
toda esa sintaxis de ternura,
toda esa armonía
de desnudas emociones del hombre.
Todo está claro en Salinas
y en Guillén es todo gozo.
Y ese arrojo de poetas
tan distintos
como Alfonso Costafreda o Miguel
d’Ors, de Cuenca, Gil de Biedma o Celaya.
No sobra ni falta nada:
cada sueño en su palabra.
… Y me gustaría escribir
sobre todo con sencillez,
con esa sencillez innata
y exquisita de Muñoz Rojas
o María Victoria Atencia.
Y con esa fe que se mece
en el corazón y en el ritmo
de un poema de Luis Rosales
o Julio Martínez Mesanza.
