Desde el suelo subo
por la hiedra hasta el sol,
donde el alma ora
y se inflama de luz.
Y desde esa luz -¡ay desde esa luz!-
brotan en el espacio
pensamientos-llama, sentimientos
puros de amor.
Y desde mi quietud asciendo,
desde las primeras hojas de la higuera
-esos brotes de savia almada-,
y cobro más altura,
y atisbo el interior
azul del mundo.
Sí, desde esta quietud
-donde se va extendiendo la sombra-
sólo busco dentro del poema
ese sol, esa luz y esa llama
en la que se purifiquen mis actos
y el significado de las palabras.
Y extiendo mi mano hacia el muro
de piedra, esa realidad
áspera, superficial y sin espíritu
por donde trepa
el anhelo de la hiedra
hacia la esperanza del cielo
que es todo resplandor.